El estado salvaje puede encontrarse en la calma tensa, previa a turbulencias incontrolables del fondo de un río, captada por la cámara de Amparo Fernández (Barcelona 1962); en las pinturas que se camuflan a sí mismas de Jesús Galdón (Barcelona 1967); en los dibujos de Toni Giró (Barcelona 1966) y su referencia a la visceralidad y algunos instrumentos de violencia extrema. También podemos reconocer un estado salvaje en las visiones imaginadas de mutaciones apocalípticas de las fotografías de Oriol Jolonch (Barcelona 1973), o en la víscera que devora un libro de la escultura de Salvador Juanpere (Vilaplana 1953). Como contrapunto, Elena Kervinen (Finlandia 1970) y Fiona Morrison (Encamp, Andorra 1970) hacen referencia a la inocencia de lo salvaje, representada por los pájaros, víctimas de un entorno que se les hará cada vez más hostil, tal y como cómo demuestran la escultura de Jordi Lafon (Barcelona 1967) que representa la muerte de los inocentes y la obra de David Ymbernon (Igualada 1972) que escenifica una huida heroica con medios precarios a través de la nada.